Rocinha: La segunda favela más grande de Brasil que se abre al turismo

Fotos: Yéssica Salazar / Río de Janeiro

Algunas de las favelas más grandes y densamente pobladas de Brasil, han abierto sus puertas a los viajeros curiosos, mostrando una realidad que, aunque dura, también revela el espíritu emprendedor y la resiliencia de sus habitantes.

Las favelas de Río de Janeiro, entre sus serpenteantes callejones y edificios apilados sobre colinas, ocultan una realidad tan impactante como alarmante: una explosión demográfica que supera cualquier límite imaginable. Rocinha, Jacarezinho y Maré, tres de las más grandes de la ciudad, presentan una densidad poblacional que desafía las estadísticas globales, haciendo que hasta las metrópolis más abarrotadas parezcan espaciosas en comparación.

Rocinha, la segunda favela más grande de Brasil, es hogar de más de 72.000 personas que viven comprimidas en solo 1,5 kilómetros cuadrados. ¿La densidad? Asombrosos 48.300 habitantes por kilómetro cuadrado, ¡nueve veces más que Madrid! Esta favela ofrece un contraste surrealista: desde su cúspide se puede ver el mar, mientras abajo, en sus estrechos caminos, la vida transcurre entre la escasez de empleo, los niños trabajando en pequeños comercios y un caos estructural que parece no tener fin. Aunque el turismo ha comenzado a abrir pequeñas ventanas de esperanza, la realidad diaria sigue marcada por la falta de servicios básicos y la autoconstrucción de viviendas que configuran su peculiar paisaje.

Fotos: Yéssica Salazar / Río de Janeiro

En Jacarezinho y Maré, la situación es igualmente crítica. Con densidades de 35.966 y 29.098 habitantes por kilómetro cuadrado respectivamente, estas áreas se han convertido en auténticos hervideros humanos. El control en estas zonas está en manos de narcotraficantes, con la policía manteniéndose a las afueras, haciendo esporádicas incursiones solo en momentos de operativos especiales.

Fotos: Yéssica Salazar / Río de Janeiro

Un tour en Rocinha

En una reciente visita organizada por Explorando Magazine, pudimos adentrarnos en el corazón de Rocinha. Durante el recorrido, no sólo fuimos testigos de las dificultades cotidianas, como la escasez de servicios básicos y la falta de espacios públicos, sino también del sorprendente trabajo organizado de la comunidad para aprovechar el turismo como una fuente de ingresos.

A pesar de la densidad aplastante, Rocinha ha sabido reinventarse. En sus estrechos callejones, surgen pequeños comercios, galerías de arte local y cafeterías, gestionados por los propios residentes, que buscan generar oportunidades en un entorno adverso.

Un toque de realidad, en medio de una ciudad tan famosa como hermosa. Aquí la seguridad está controlada por grupos de narcotraficantes que dividen los favelas.

Fotos: Yéssica Salazar / Río de Janeiro

Aunque la falta de servicios básicos y el caos estructural son evidentes, Rocinha ha logrado reinventarse. El turismo ha emergido como una ventana de esperanza. Parece muy peligroso a simple vista, pero hay un tregua de paz para sus visitantes. 

Fotos: Yéssica Salazar / Río de Janeiro

Los turistas conocen de primera mano cómo la favela se está abriendo al mundo, con visitas guiadas que permiten una inmersión cultural única. Entre murales coloridos y mercados improvisados, la población local se ha volcado a mostrar una cara diferente de Rocinha, una que combina lucha y esfuerzo, pero también calidez y humanidad.

La vida cotidiana de los residentes, aunque marcada por la precariedad, refleja una organización interna que lucha por mejorar. El turismo, antes inimaginable en estos lugares, se ha convertido en una plataforma para dar visibilidad a la favela y ofrecer alternativas económicas.

La favela Rocinha ha empezado a verse como un destino alternativo para quienes buscan algo más allá de las playas de Copacabana o los icónicos puntos turísticos de Río. Aquí, los visitantes se mezclan con los residentes en las puertas de sus casas, aprenden sobre su cultura y comprenden las complejidades de vivir en un espacio tan limitado y con tantos desafíos.

Fotos: Yéssica Salazar / Río de Janeiro

La favela Rocinha no solo es un espacio de resistencia, sino también un lugar donde la innovación y el turismo han comenzado a coexistir. A pesar de las limitaciones y la falta de servicios, como hospitales o escuelas, los habitantes han logrado crear un pequeño ecosistema donde el turismo aporta ingresos, esperanza y una forma de conectar con el resto del mundo.

Para los viajeros que buscan una experiencia más auténtica y comprometida con la realidad social, una visita a Rocinha no solo ofrece un vistazo a la vida en las favelas, sino también la oportunidad de ser parte de su historia en evolución.

Fotos: Yéssica Salazar / Río de Janeiro

¿Conoces el origen de las favelas?

El origen de las favelas en Brasil se remonta a finales del siglo XIX, tras la abolición de la esclavitud en 1888. Al ser liberados, muchos esclavos negros se encontraron sin acceso a tierras ni viviendas, y no fueron integrados en la sociedad brasileña de manera adecuada. Sin opciones para establecerse, comenzaron a ocupar terrenos vacíos y colinas alrededor de las ciudades, especialmente en Río de Janeiro.

Fotos: Yéssica Salazar / Río de Janeiro

El término "favela" proviene del nombre de una planta espinosa que crecía en los cerros donde se asentaron soldados que habían luchado en la Guerra de Canudos (1896-1897). Estos soldados, al regresar a Río sin acceso a viviendas, también comenzaron a ocupar las zonas elevadas de la ciudad.

Con el tiempo, las favelas se expandieron debido al crecimiento descontrolado de las ciudades y la falta de políticas públicas adecuadas para vivienda. Estos asentamientos se caracterizaron por la falta de servicios básicos, como agua potable y saneamiento, así como la construcción precaria. Hoy en día, las favelas son una parte significativa del tejido urbano en Brasil, y aunque han mejorado en algunos aspectos, siguen enfrentando desafíos relacionados con la pobreza y la exclusión social.

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